Comerciante. Llegó a Venezuela en 1963 y de inmediato se incorporó a las actividades de la Asociación Israelita de Venezuela (AIV) (v.) desempeñándose como Parnás (significa “responsable de la sinagoga”) y Chej de la Hebra Kadisha Hesed Veemet, organización religiosa que se ocupa de las últimas necesidades de los seres humanos y del entierro según el rito judío. Fundó la Kupá Marcos Wahnón (v.).
Fuente: Diccionario de Cultura Judía en Venezuela, Una mirada inconclusa Abraham Levy Benshimol, Jacqueline Goldberg
Hoy nos ha tocado el amargo trance de despedir a Marcos Wahnon (Z’L), una persona excepcional, digna y honorable, y pilar fundamental de esta comunidad. Comenzaré por decirles que el judaísmo de mi amigo Marcos era un judaísmo auténtico, a flor de piel, sin pretensiones y sin alardes, sin levantar la voz, practicado con sencillez y con modestia. Para él parecen estar escritas las palabras del profeta Mijá (6:8): “Ser justo, amar la bondad y andar humildemente con tu Dios”.
Todos quienes lo necesitaban encontraron en Marcos una palabra amable y un consejo sabio. Jamás la censura o el reproche, pero siempre la frase reconfortante. Su corazón era puro, y su ojo era limpio y bueno. En cada quien veía méritos, y nunca defectos. Para Marcos todos éramos los queridos hijos de Am Israel, y por lo tanto consideraba que nadie podía ni debía ser rechazado. A todos trataba con ecuanimidad y benevolencia. Era piadoso, un auténtico Jasid, pero con suma humildad y sin necesidad de darse golpes de pecho. Siempre con ánimo dispuesto y de buen humor. Era por naturaleza bondadoso, y sin esperar nada a cambio.
Cuando en esta comunidad todavía no se contaba con los servicios de un Keren Ezra,y todavía no se había creado una Tzedaká Basseter, allí estaba Marcos ayudando, sin que nadie lo supiese, con aquella discreción y tacto que lo caracterizaban, a todos los necesitados de la kehilá, sin distingos y sin condiciones. Y así continuó haciéndolo, a lo largo de toda su vida, y hasta el último momento en que su cuerpo tuvo fuerzas suficientes, y en su mente anidó el último vestigio de voluntad.
Los que tuvimos el honor de conocerlo seguramente lo recordaremos,por el resto de nuestras vidas, sentado en la sinagoga, el primero en llegar, con un libro de Tehilim en la mano, leyendo palabra por palabra con profunda Emuná para atraer la misericordia de Dios sobre su querida kehilá. Frente a todo problema que afrontaba la comunidad sus herramientas fueron la plegaria y la Tzedaká.
Pienso que todos los que tuvimos la dicha de conocerlo hemos aprendido algo de Marcos. Él enseñaba con el ejemplo, y no con discursos, una Torá basada en la bondad, en el Jésed. Sé bien que jamás podré volver a leer las palabras del primer salmo sin recordar a mi amigo Marcos (Tehilim 1:1): “Ashré Haish Asher Lo Halaj Reshaim Ubdérej Jataim Lo Amad Uvmoshav Letzim Lo Yashav / Bienaventurado el hombre que no anduvo entre los malvados, ni en el camino de los pecadores, ni se sentó junto a los que ofenden”. Y continúa diciendo (1:2): “Ki Im Betorat Hashem Jeftzó Uvtorató Yegué Yomán Valaylá / Sino que en la Torá de Hashem centró sus anhelos y en su Torá meditó día y noche”.
La desaparición física de Marcos constituye una pérdida irreparable. La comunidad ha sufrido, sin duda, un enorme vacío que jamás volverá a llenarse. Sin embargo, su memoria, y así continúa el salmo (1:3): “Vehayá Keetz Shatul Al Palgue Mayim Asher Piryó Yitén Beitó Vealehú Lo Yibol / Y será como un árbol plantado sobre afluentes de agua que su fruto dará en su tiempo y sus hojas no marchitarán”.
Que su alma repose en el lugar que le corresponde a las almas justas y piadosas del pueblo de Israel, y que desde allí en su sitial de honor siga velando por esta comunidad que tanto lo necesita y a la que tanto aportó, y digamos todos Amén.
Isaac Cohén Anidjar Rabino principal de la Asociación Israelita de Venezuela.